sábado, 27 de mayo de 2017

EGIPTO. LA ESCULTURA EN EL IMPERIO MEDIO




ANTECEDENTES. LA ESCULTURA EN EL PERÍODO INTERMEDIO


Vemos la estatua que representa al faraón Mentuhotep II, en la que aparecía embalsamado, envuelto en vendas, en el pozo situado justo debajo  de la pirámide o de la colina primigenia que vimos al hablar del complejo funerario de Mentuhotep II.

 Es una estatua en caliza policromada, a tamaño natural.  El faraón aparece sentado en un trono, con los brazos cruzados sobre el vientre. Lleva la corona roja sobre la cabeza, la barba postiza y una túnica de color blanco, la túnica del HEB-SED.  Por lo tanto estamos viendo al faraón en un momento de máxima fuerza física y mental. Eso explica,  también, que la estatua tenga su rostro, sus manos y sus piernas completamente pintados de negro.  Se suponía que el cuerpo al morir pasaba por una serie de fases, en las cuales cambiaba de color y el último de los colores era el negro. Así que estamos viendo al  faraón justo en el instante antes de resucitar, pero que va a vivir en el inframundo.
Eso nos explica la postura del faraón con los brazos cruzados sobre el vientre, en esa misma postura es representado el dios Osiris, el dios de la muerte. Así que Mentuhotep II se ha asimilado con Osiris, va a resucitar como Osiris y va a vivir en su reino.
 Recuerden que, cuando hablamos de la arquitectura, vimos todas aquellas hileras de árboles plantados, debajo de los cuales se estaba equiparando el faraón con Osiris. Esta escultura simbólicamente es muy valiosa, pero técnicamente muestra algunas deficiencias.
Lo primero que apreciamos es la desproporción de sus manos, de su cabeza, del tamaño de sus piernas. Eso sucede porque durante el Periodo Intermedio, los talleres reales se han disgregado y, los artistas no están sujetos a la autoridad del maestro director que supervise todos los detalles.
Sabemos también, que en la misma estatua pueden trabajar a la vez varios artistas, un artista ha tallado la cabeza, otro el cuerpo y otro las piernas, pero ha faltado esa supervisión que invitara al artista a proporciones más pequeñas. Así que al final la estatua tiene un aspecto macizo, muy poco satisfactorio.
El prototipo que está intentando recrear es el de la estatua de Kefrén con Horus, pero hay una distancia abismal entre ambas esculturas. Aquí vemos los brazos completamente planos, no tienen ningún tipo de modelado, las piernas  tienen la misma anchura en el tobillo que en la rodilla y, los dedos de los pies están desplegados en abanico.
La cabeza es la parte mejor trabajada de la escultura. Sin embargo parece una auténtica máscara, como si Mentuhotep II padeciera un cierto estrabismo. Tampoco tiene esa sonrisa hierática tan autoritaria, que nos da la sensación de una mueca, de un rostro completamente inexpresivo que no inspira ni la seguridad, ni la confianza que aparecen en la estatua de Kefrén. Fíjense bien en los brazos, la superficie  es completamente plana, sin ningún tipo de modelado.
Lo mismo se puede decir de las estatuas que estaban en la sombra de los árboles, en el patio que precede al monumento funerario. La representación es del mismo faraón con la corona roja, los brazos cruzados sobre el pecho, pero no está sentado, esta de pié. Así que, suponemos que el mismo faraón aparece mostrando su fuerza  y asimilándose a Osiris.
No hay ningún estudio anatómico. El rostro está un poco mejor modelado, pero fíjense en el tamaño de los brazos, dónde están los codos, son larguisimos y parecen que se doblen como si fueran de goma. Fíjense como se han representado las rodillas, con estos cuadrados, y de nuevo las piernas tienen la misma anchura que vemos en el tobillo.
Así que nos encontramos con el mismo problema, los artistas todavía no están ubicados en la corte sirviendo al poder y están intentando recrear un tipo de estilo antiguo, pero sin conseguirlo.
 

LA ESCULTURA EN EL PERÍODO MEDIO
 
Esto se va a conseguir en la XII dinastía. Cuando la creación de la ciudad de ITI-TAWY.
De nuevo todos los talleres se han centralizado y el faraón recobra la importancia de quien asume el poder, esto se aprecia en la estatua del faraón SESOSTRIS  I.
De nuevo una estatua de tamaño natural, piedra caliza, el faraón sentado en su trono, el nemes, repitiendo la postura que vimos de la IV dinastía, le vemos aquí con una mano cerrada y la otra extendida sobre el muslo. Es una estatua mucho más satisfactoria que la de Mentuhotep II.
Vamos a comparar las dos esculturas, para ver que la de Mentuhotep II es una obra completamente tosca, casi la obra de un aprendiz de escultor, mientras que este vuelve a ser obra de calidad que habíamos visto en el Imperio Antiguo. Únicamente, la diferencia que aparece es que la mano cerrada ya no sostiene ese núcleo de piedra, poco satisfactorio para el escultor, sino que sostiene un pañuelo.
Detalle de la cabeza. Vemos que el modelado es mucho mejor, los ojos, los párpados, la nariz, los pómulos. Apreciamos que la fisonomía de nuevo aparece inspirando confianza. Que ha obedecido a un mismo canon, a un mismo esquema. Que un jefe del taller real ha coordinado, ha supervisado la labor de todos los artistas.
 SESOSTRIS I. Inaugura también un nuevo tipo de representación, la del faraón como Osiris, la estatua “osiriaca” que se sigue produciendo con éxito hasta el final del Imperio Medio.
Esta estatua procede del templo de Karnak, donde ya vimos que el faraón de la XVIII dinastía AMENHOTEP III, desmontó la “capilla blanca”.
El faraón aparece en pie, envuelto en un sudario, con las manos cruzadas sobre el pecho en las que sostiene, en cada una de sus dos manos, el signo de la vida, el ANKH, sobre la cabeza llevaría la corona blanca, es como siempre se representa al dios Osiris.
Así que esta idea de asimilarse con Osiris muerto tendrá mucho éxito y la vamos a ver repetida. Fíjense como estos brazos sí que tienen volumen y las proporciones son mucho más naturales.
Así pues una vez que hemos conseguido recuperar la calidad del Imperio Antiguo, lo que vamos a ver va a seguir por esa línea en la estatua del faraón SESOSTRIS II. La representación es la misma, la mano en el muslo abierta, la otra con pañuelo etc. Pero lo que nos llama la atención es la corpulencia del propio SESOSTRIS II, pero nos dicen las fuentes que el faraón era bastante grande.Así que el artista se inspiró en el cuerpo del propio faraón para representarlo de esta manera. Desde luego consigue dar esa sensación mayor de poder, de inteligencia y de confianza.
 
 
Lo mismo se puede decir de la “esfinge rosa” del museo de Louvre. Representa a AMENEMHET II, aunque es una imagen de la que se apropiaron sucesivos faraones, como muestran las inscripciones que se hicieron en ella, y posteriormente RAMSES II.
Por lo tanto en ese camino de recuperación de todos los prototipos del Imperio Antiguo no podía faltar la representación de la esfinge. Calca los modelos de la IV dinastía, vemos el rostro del faraón, de nuevo vemos esa imagen severa, hierática que veíamos en el Imperio Antiguo.
 
Se trata de una obra de tamaño superior al natural. Recuperando otra vez la tipología del Imperio Antiguo, en piedra durísima, granito. Por lo tanto, de la observación de las antiguas tipologías que reaparecen, podemos apreciar como el faraón ha vuelto a recuperar todo su poder.
 
 
Por eso nos va a llamar mucho la atención la representación de SESOSTRIS III. BROOKLIN MUSEUM.
Se parece bastante a SESOSTRIS II, una mano extendida la otra con un pañuelo, con los pies está pisando 9 arcos, son el símbolo de los enemigos vencidos, el arco es un arma de guerra, ya saben que el 9 es la totalidad.
Por tanto el faraón de esta manera se representa venciendo, dominando a cualquier enemigo que pueda existir. Sin embargo el rostro de SESOSTRIS III, no está muy idealizado parece como si tuviera los labios cerrados, los ojos también están cerrados y las orejas parecen más grandes de lo normal.
 
 
En el detalle de la cabeza, vemos que efectivamente tiene los labios apretados, los ojos están entrecerrados y las orejas en relación con los ojos y la boca son más grandes. Parece ser que estos eran los rasgos distintivos del rostro del faraón Sesostris III.
Por lo tanto podríamos hablar de un retrato idéntico del faraón, y no de una imagen idealizada como se observa en esta cabeza más pequeña, que se conserva en Lisboa.
De nuevo tenemos unos ojos pequeños, unos párpados pesados, una boca semicerrada y unas orejas muy grandes. El artista ya no se ha conformado con crear una máscara que idealice su rostro, sino que ha marcado las ojeras, los pómulos más prominentes incluso la carne empieza a descolgarse, a caer de las mejillas.
Vemos un estudio fisonómico completamente apurado, realista, que no hemos visto nunca en las obras del Imperio Antiguo.
 
 

 
 
 

 


 
 

 
 
 
 

 
 






 

     
 
 





 






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